17/7/08

CAGADORES

Faltaban pocos minutos para el cierre de los discursos. El senador se revolvía en su silla, nervioso, con gotas de sudor que caían por su frente llana. Escuchó otro rechazo a la polémica resolución 125, y se apretó los ojos con las manos bien abiertas. Crujió los dientes sin querer, se le puso la piel de gallina. Frotó sus piernas, se secó la frente con la manga del saco, aflojó apenas el nudo de la corbata. Abanicó sus mejillas enrojecidas con un manojo de papeles, y se decidió. En un segundo se levantó de la banca. En dos, ya se lo podía ver casi fuera de la sala, hacia los pasillos del recinto.
–Otro hijo de puta que va a arreglar –dijo en voz alta el jefe de la bancada opositora. Un periodista acreditado escuchó y lanzó el rumor, que inmediatamente apareció sobreimpreso en las pantallas de TV.
El senador volvió a los 20 minutos, más relajado, menos tenso, inmerso en la desconfianza de sus pares pero con la vejiga y los intestinos tremendamente aliviados.
En este país ya no se puede ni cagar tranquilo.

Puntaje: 1 (Malestar estomacal)