Bueno, ir al cine a ver Alvin y las ardillas II es una de esas pruebas. Uno se pregunta durante toda la película qué está dispuesto a hacer por su descendencia, hasta qué límites llegar. El filme es poco más que un compendio de obviedades para chicos con problemas de comprensión, más un jueguito de coqueteo preadolescente entre las ardillitas macho y hembra, peor que el de Mickey y Minie. Verla completa produce una reacción alérgica contra cualquier tono de voz agudo pasado por sintetizador.
Lo peor es que a los chicos les gustó, y dicen que no sé nada. Tienen razón.
Puntaje: 3 (Dolor de huevo)